"Y mientras la besaba
me dijo en un temblor:
esto es lo que faltaba
para que saliera el Sol"
Silvio Rodríguez
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que aparece sin avisar
cuando veo que se me pasan las horas
leyéndote sobre fondo negro,
tratando de descifrar tus formas y pensares.
Te creo,
la verdad duele tanto
al ver como se marcha sin ti
el tren que sentiste tan tuyo.
No es nada fácil hacerse a la idea
de perder los demasiados
con esa persona ideal
que pensaste acompañar
al fin del mundo.
Te acoges a poemas,
a frases polvorientas de añoranza,
sin saber aún
que no hay medicina para el pasado.
Pero ahora es otro tiempo,
es una vida floreada
aún cercada por muros
de los que voy desistiendo al comprobar
como surge la pequeña sensación
hecha frase en rotundidad
que aparece sin avisar:
te echo de menos...
Desde el mañana no puedo hacerlo,
sería devorado por todo tipo de dudas
dispuestas a aplastar mi mano
al borde del precipicio.
Es posible desde el hoy,
desde estas noches de lunas amarillas
disfrutando de tu giradiscos.
Puede darse desde estos ratos
de abrazar tu cuerpo
tras temblar de frío a la vuelta
de una escapada furtiva por la habitación.
Soy capaz de decirlo ahora,
que he vivido momentos sazonados de blues
y fiestas en multitud
cogiendo tu cintura
como promesa de besos hasta el infinito.
Puedo hacerlo,
de una vez por todas,
sin pensar pero pensándote,
sintiendo el vaso medio lleno de tu boca
derramarse en la almohada
al son de nuestros sonidos,
gritando en voz ahogada
las palabras que el ansia me produce
cada vez que soñamos entrelazados...
Desde el mañana no puedo hacerlo
porque el mañana es niebla en la cabeza
que no existe,
que no promete,
que no te siente junto a mí...
De rodillas,
como quien adora a una joven Venus,
contemplo tus pequeñas risas
a la par que se derraman el flujo y la dulzura
por los cuatro costados de la cama.
El aroma del orgasmo es reciente
y se impregna en los vinilos,
desordenados expectantes
ante un nuevo cruce de miradas lascivas
que auguran un nuevo envite entre tu y yo.
Las velas vibrantes por la brisa del deseo
vuelven a enmudecer ante tus gritos contenidos
mientras tus despertadores se quedan sordos
por nuestro abrazo en la mañana.
He caído enfermo de tu cuerpo,
es lo que hay.
Estaría bien ser consciente
de cuando echar el freno,
pero se me escapa de las manos...
Te deseo.
Quiero tocarte,
hacerte estremecer
y ahogarte en el sexo
una y otra vez,
una y otra vez.
Quiero que pasen las horas
rebañando tu piel,
lamiéndote
de arriba a abajo,
de abajo hacia arriba.
Quiero que me beses
al ritmo de cada penetración,
adquirir el rol de lactante
en cada oración pelviana,
mirar el mar de tus ojos
embravecerse ante la llegada,
en pleno frenesí,
de la carne hecha sangre
dispuesta a volver a elevarte.
Deseo,
en resumen,
repetir a cada momento
el rodaje de esta película nuestra
con principio en mi lujuria,
con final en tu sonrisa.
Ganso del Invierno