Cómo
nos engañó el cine americano
y
su idealismo,
cuántas
fantasías que no cuajaban,
que
rompían en espumas fútiles
contra
el rompeolas de nuestra realidad.
Tú
desde tu sofá sintético
sentías
próximo a las vías
la
euforia latente en aquellos mundos ofrecidos
de
orgullo y éxito.
Bastaban
las palabras fáciles,
la
pelea ganada,
bastaban
las chicas guapas,
el
lider de la clase,
la
princesa del baile...
Luego
todo terminó en los fracasos
que
guardaron cola en el destino
y
la pareja feliz y eterna descubrió las sombras,
y
aquella joven morena,
maravilla
del mundo,
nunca
llegó;
los
tipos duros encadenaban victorias,
tu
mimetismo con el triunfo era parte
de
un sueño de rápido consumo,
nuestra
casa con hijos y perro juguetón
fue
postal en una tienda montada
siempre
en otro lugar.
Y
aprendiste a no creer
en
la falacia americana de playas enlatadas,
aprendiste
que la verdad tenía más
el
aspecto de una ruina
remodelada
en el futuro,
que
el devenir no era sol
sino
marzo inestable
y
que the end es
tan
sólo
un
principio de incertidumbre.