viernes, 23 de septiembre de 2011

Capricornio

 
 
Cada ciudad puede ser otra
cuando el amor la transfigura
cada ciudad puede ser tantas
como amorosos la recorren

el amor pasa por los parques
casi sin verlos amándolos
entre la fiesta de los pájaros
y la homilía de los pinos

cada ciudad puede ser otra
cuando el amor pinta los muros
y de los rostros que atardecen
unos es el rostro del amor

y el amor viene y va y regresa
y la ciudad es el testigo
de sus abrazos y crepúsculos
de sus bonanzas y aguaceros

y si el amor se va y no vuelve
la ciudad carga con su otoño
ya que le quedan sólo el duelo
y las estatuas del amo


Mario Benedetti


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Capricornio,
¡no me jodas!
¿Por qué transmutas
en largos pensares
color día de lluvia?
Vuelves a ponerte, viejo cuervo,
el disfraz de primavera al despertar,
pero el viento del no hacer
lentamente te desviste,
volviendo a rehacerte en escrituras
y alevosías de madrugada,
que para algo eres negrura.
¿Qué puedo hacer ante eso
sino inaugurar un día tras otro
los canales que construyo
para encauzarte,
los diques invisibles que levanto
para contener el empuje
de la sangre triste y bella
que me trasvasas?




Hoy parece que fue ayer,
ayer no era nada en demasía,
y los tragos que estoy perdiendo
suben cañería abajo
por los muros del lamento.
Como decía aquel,
nadie hizo de mí una copa perversa,
dado que no me baja,
aún con prescripción,
esta libido que acabará matándome,
si es que no lo hacen antes
los humos y la injusticia.
Y ahora, ¡qué horror!
Suenan otra vez
las notas del sexo en derredor
sin origen certero,
aquí,
en la soledad del escritor,
con agua y sin tabaco,
maldiciendo la partida
de ajedrez en mi interior.





Siguiendo de este modo,
sólo lograré ser un poeta,
un escribano absorto del amor,
un mago de la parafrase
que deambula entre puertas cerradas,
otro rufián más
vagando por callejones y noches.
Sólo seré una sombra narrativa,
el ojo que todo lo observa
condenado a apartarse
de cualquier bella estampa,
quejoso leñador
del bosque infinito
de los miedos y preguntas,
el visionario que no vio,
el buscador que se perdió,
el guerrero que nunca encontró
el sendero correcto
dentro de su corazón.





sábado, 3 de septiembre de 2011

Souvenir



"¿Cómo entra la luz en una persona?
  Si la puerta del amor está abierta."

Paulo Coelho





Verde en Regent's canal.
Las paredes derrochan simpatía
cuando se confunden con enredaderas
y demás árboles viejos
que se enfadan conmigo por abandonar
la ciudad del desamparo.
Verde a través,
mientras dejo atrás Camden
y saludo a Little Venice,
el paisaje habla de monotonía incorregible
como fondo para mi cuadro actual
de horas y mareos.
Verde en Regent's canal,
qué bonito souvenir...




No me imaginaba
volviendo a subir
y a bajar
los peldaños en busca
de tu medicina.




Noche de desenfreno,
mañanita de Ibuprofeno...
Y melancolía.




Antes y no ahora,
las canciones se escribían solas
en mis cuadernos al amanecer.
Antes y no ahora,
florecían los duendes del deseo
al cuello y la conciencia.
Antes,
soplaban brisas que me hablaban de ti
sin yo quererlo,
brotaban dulces las miradas
en mitad de una clase cualquiera,
cabalgaban mis ideas a lomos
de la pasión por conquistarte.
Antes,
cuando te veía venir,
el mundo desaparecía sonrojado
al contemplar el modo
en que estudiaba tus pasos,
con todo tipo de pretextos
me hacía dueño de tu tacto,
de tu fragancia imperecedera,
del tamaño de tu letra
y de la tristeza que escondías.
Antes,
todo me hablaba de ti,
y perdía la memoria,
y ahorraba en desazones,
y colgado de mi esperanza
me lanzaba a conseguir
la llave de tus secretos.

Antes y no ahora
creía en el Amor,
hasta que un día inexacto
se fue sin decir adonde iba,
sin dejarme un mapa
para llegar de nuevo a él...