Sácame de aquí,
no me dejes solo...
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Furioso.
Achuchando
a todo el mundo.
Sin
escuchar nada bueno.
Estudiando
mis ojos de cuervo.
Frustración,
¡a mis brazos!
Casándome
con imposturas.
Luchar
aun sin voz.
Lanzar
puñales desde dentro.
Muriendo
en cada salto.
Vivir
todavía.
*****
Tiembla
el mundo en el ocaso
de
arrabales y quebrantos,
esperando
el tumulto de las masas
como
histrionismo en camino
portando
vuestras cabezas.
¡Fruto
del amor, ven a nosotros!
Deja
que sople el viento del sur
deshelando
el océano que habitamos
desde
años ha,
que
los gritos suban
del
suburbano a los tejados,
que
las dagas resurjan insurrectas
provocando
ríos de sangre
en
las conciencias...
La
muerte ya está sentada,
al
fin,
oteando
el infinito.
Entretanto
queda dicho
que
preparo mi disfraz
de
tiempos mejores
que
aún han de llegar.
Y
salgo a pasearme,
y
agacho el corazón,
y
robo eternidades
con
principios,
sin
final.
Después
de naufragar
todos
los días un poquito,
de
quemar mi sangre en demasía,
de
flotar entre planetas
que
nunca fueron
y
dejar a deber facturas
de
internos inquilinos,
no
me rindo,
sólo
aprendo
la
enseñanza del día a día,
esto
es,
aprender
a arreglar goteras...
Qué
bonito fin
para
mi efímera existencia.
Creer,
tan
sólo un verbo
aún
no hecho sangre.
Creer
con condiciones
en
ser aceptado otra vez
por
la rueda de la vida,
la
que traicioné cambiando
ilusión
por pánico.
Cajas
y cajas de Lorazepam
se
derraman por las calles
de
esta lúgubre ciudad
donde
se vaga en grupo
y
sin compañía
sobre
un paisaje interminable
en
nota menor.
En
cada mente asfixiada
suenan
los graves
de
la trompeta del capital
tan
cínica como siempre,
tan
amenazante como nunca.
Y
caerán los temporales
acuciando
mis latidos
ora
graves,
ora
altivos,
arrogancia
del espejo
que
prefiero envenenar
con
ataques de uno mismo,
con
azules intuiciones
en
mi fondo del placar.
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