domingo, 6 de mayo de 2012

La mano de él (Eros III)


Ilustración de "El libro del voyeur"/ Pablo Gallo



El amor es la vida llena,
igual que una copa de vino.

R. Tagore


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Fondo de tormenta monzónica,
el fin de una charla inconsistente,
vino,
silencios,
disparo de latidos.

Ella da el primer paso,
se desnuda de intenciones
mirando como un animal;
la mano de él tiembla de pasión
todavía posada en el volante;
ella clava su cuerpo en el capó,
el verbo poseer ya ha bajado del auto
y merodea con lentitud la escena
como presto al tribalismo...
Cielo de tormenta monzónica,
su boca anhela dejarse beber
pero él aún apura la botella
distraído;
deja eso y ven aquí susurra ella
sin alzar la voz,
cae una cascada a nube abierta
que eriza las pieles
mientras sus manos atacan
un blanco en altorrelieve
sobre la diana del pecado.
La mano de él envuelve lentamente
(la mía siempre es más ansiosa...)
el pecho de ella a punto
de estallar bajo la blusa,
se aferra a los charcos
como si fuera la última vez;
el ritmo de la lengua se acelera
(el mío siempre es más paciente...)
al notar cómo las piernas de ella
ya rodean y someten una vez
liberadas y desnudas...

Cadencias
ritmos de aire
más cadencias
más aire
...
tacto
locura
eternidad...

La mano de él se abriga
en volúmenes ajenos,
ella le ofrece
un corazón desabrochado
bajo el aguacero;
y no queda más tras lo salvaje
que humedad y calma,
ropa ahogada en el barro,
erótica de un paisaje
frondoso en amor

del mío

los árboles

se fugaron.









2 comentarios:

  1. "Ella le ofrece
    un corazón desabrochado
    bajo el aguacero"

    Pero, al final...

    ¿Se fugaron ella y él?

    ¿O acaso se fugaron
    los árboles,
    el paisaje,
    el amor,
    el tuyo y el mío?

    ¡Me ha encantado!

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