jueves, 21 de junio de 2012

La ninfa de los bosques


Pintura de José Luis Domínguez




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Apareces en la pleamar de una tarde,
tallo enjuto,
libido en silencio;
somos presas del pudor,
islas que se refugian
bajo una nube de jazz
a punto de descargar.


Hermana de los árboles,
vuela mi imaginación y te veo
posada en mí
suelta y libre
cual erótica ninfa,
muy lejos de esta sequedad
en tonos malva
que nos va rodeando.


No hay definición de inocencia
que se aproxime a tu gesto callado,
se esfuma todo verso y todo afán
tras la aparente distancia.


Repto hasta tus pies
con hambre de lujuria
sólo para comprobar
que tu único amante es Joyce
y sus maneras,
la lírica,
esa religiosa cultura que te ciega
desde aquel atril
ya sin voz.


Y tras la oscuridad
desciendes las escaleras
y no más puedo mirarte,
nuestro bosque es utopía
de labios que no hablaron
por no saber confiar.



















1 comentario:

  1. Aquélla ninfa,
    cautivadora,
    sólo tenía pasión
    por la lectura,
    tan cerca y tan lejos
    a la vez
    de todos los Joyceanos.
    Siempre recordaré
    la pasión con la que
    devoraba ese libro
    de "literatura universal".
    Eligió, en definitiva,
    un buen amante.
    Ambos partieron,
    al caer la tarde.

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