Obra de Miquel Barceló
Los
sentimientos son tan extraños,
siempre
vienen y van
o
a veces también se quedan
instalados
bajo tierra.
Ahora,
como
solías hacer tú,
aprendo
a contemplar la ciudad
y
sus parajes,
me
agarro y salgo a pasear
solo
con mi sentimiento
a
la caída del Sol,
elijo
no pensar,
vivirlo
como un todo.
Camino
junto a los patos
que
miran y se detienen
en
la orilla del desacierto,
y
vuelvo a ver tu expresión reflejada
en
las aguas de Hyde Park.
Materia
inerte,
troncos
y botellas
son
arrastrados por el oleaje vespertino;
de
igual modo intento asumir
que
el viento ya sopló entre nosotros,
que
me has dado en tu vida
otro
papel secundario.
Los
juncos y esta nube blanca
se
encajan en mi cabeza,
el
Sol se despide
sin
quitarte de mis adentros;
después,
tú te irás río abajo
empujada
por la fuerza del mundo
y
jamás se volverán a tocar
nuestras
manos;
los
días, los nuestros,
suenan
en mi oído
justo
cuando mi pensamiento
vuelve
a poseerme con furor.
Un
subir de escaleras
y
la ensoñación acaba,
vuelvo
a guardar tu memoria
dentro
de mi pecho
hasta
otra melodía y otro atardecer,
el
próximo,
el
que nos dirá el definitivo
adiós,
cuídate.
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