domingo, 20 de noviembre de 2011

Aniversario



Damas y caballeros:

Quiero dedicaros esta entrada a todos los que seguís mi trayectoria literaria, 
con vuestro apoyo me llenáis el corazón.

Seguid pasando. Seguid viendo. 
 Seguid invitados.
¡¡¡Muchísimas gracias a todos!!!

Ganso del Invierno

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Selección de inéditos



Donde antes había unas setas
ahora se oye la verdad,
apabullante,
brotando de voces nuevas
jóvenes, adultas, seniles,
con poco que ver entre todos
pero una mirada puesta en fijo:
somos más,
somos la verdad,
juntos tenemos el poder.


La voz en alto,
la camisa rasgada,
la batalla se prepara
contra los aparatos del capital.
No lo elegimos,
nos fue dado
y ahora podemos quebrantarlo.
Pero sin lucha no hay victoria,
sin armas no se vence...



Y no entiendo el por qué
de mis enredos de ida y vuelta contigo
a sabiendas de que vives
en el país de la indiferencia.



Me costará dejar los bares,
me costará muchísimo...
Porque soy estudiante de Sociología nocturna,
de paisajes de neón de aquí y de allá,
de vida al otro lado 
de la diurna rutina.
Personajes y personas 
comulgan juntos en lo absurdo,
ebrias de alcohol,
carentes y disidentes,
con sonrisas de improviso
y cenizas en el corazón.



Saray y su café,
pequeño vuelo fugaz
hacia territorios inexplorados
del saber interior.
De tus manos a mi cielo,
de las lenguas al deseo,
voy buscando descifrar
con grandes dosis de paciencia
tu aliento lírico escondido.



Sangre.
Soy esclavo de tu cuerpo,
de tus caricias desaliñadas
una mañana de incienso y resaca,
tras la fuente derramada
de tu flor a mi boca,
tras la necesidad de abrirla
y que escurrieras tu alma dentro de mi,
ávida de cariño imperecedero.
La necesidad de estar dentro de ti
sólo se compara al ansia
por llevarte a cualquier húmedo rincón
y que el público nos aplauda
mientras nos calentamos.
Mis manos reptan tras el vuelo de tu falda
deseando llegar a ese lugar húmedo al que llaman casa,
triángulo del que pende toda esa lava incandescente
y que tanto arde cuando tienes la dicha
de derramarla por mi pecho.
(Aaron Blanco/Ganso del Invierno)



Si el amor que tanto busco,
extraño,
invento,
no fuese un producto más
en el tiovivo de mi mente,
tu serías
sin dudar
la primera en disfrutarlo.



Enganchado y desertor
del amor que me profesas,
sigues siendo para mí
ese pequeño espejo en el que ver
mis dudas y mis sombras,
las debilidades del que se sabe
ciego de sí mismo,
huido de objetivos,
presto a recaer...



Yo antes tenía un futuro,
unos sueños,
una alegría comedida.
Yo luego tuve un caos,
un desorden,
historias sin resolver.
Yo ahora tengo un enfado,
una pena,
una senda que perdí...



Me estoy haciendo viejo,
un viejo triste y desvalido
de veintinueve años,
anclado en sus manías mentales,
esclavo del terror,
con el miedo a vivir
vistiendo mi sombra
cuando ando por la calle.
He cambiado la copa por la tecla,
recogí los frutos de un pasado
y no he querido sembrar más...



Tranquilo, no vas a morir,
la vida te quiere, sabes?
Los pájaros también pueden
estar en reposo sobre una rama
o aguardar con nerviosismo
el crecer del nuevo follaje.




Necesito que me abracen
para siempre,
limpiarme a través
de todas las lágrimas
que existen,
escucharte a ti,
pequeño o gran corazón,
saber donde estás,
ponerte en mis manos
y salir de esta armadura
de una vez para siempre.
Siento frío,
¿dónde está mi calor?
¿quién me lo ha robado?...
No quiero seguir hablando,
tan sólo que me besen,
que me arropen sin condiciones,
sentirme querido...



He perdido la capacidad de esperar.
¡Quiero inmediatez,
quiero que me quieran!
Podría ser muy cruel contigo,
soltarte todos tus defectos a la cara
de una vez,
expandir tus ataques de inseguridad
por todo tu cuerpo,
ése que a efectos prácticos
no he podido disfrutar.
¿Qué somos?
Nada.
Y es lógico,
nuestros días se reducen
a la mínima expresión,
a jarras de vino caliente
y besos apasionados.
No hay amor,
no somos más que una onda
en el lago de la causalidad.
Al menos espero ser
un buen recuerdo
en tu lista de seres
no sexuales,
de personas que te rascaron
un poquito el corazón.
No nos conocemos,
sólo sabes de mis besos,
mis abrazos,
mi calor…
En fin,
no seremos los enamorados
en ningún cuadro de Friedrich
así que no te preocupes por el epilogo:
no tiene utilidad real.



Este sábado he aprendido a dar
el mayor número de besos
y mordiscos,
de abrazos que pueden llegar
a asfixiar,
de amor,
al fin y al cabo,
sin necesidad
de entrar en nadie.



Central, salada camarera;
Eureka, escenario oculto que embriaga.
Soleado y literal, Condal callado.
Ochenta y cuatro chileno.
Corral cultureta.
Maltés esnifado.
Sonoro a la orilla de los tres bohemios
Y Platea.



Tarde de sombrilleo,
preverano de dos amigos
buscadores de conchas.
Copas al atardecer y nubes,
tus ojos se han cerrado
a la luz del ordenador.
Y yo te acuno,
pensando en mis historias,
con las neuras del querer
a flor de piel
en una noche templada entre nosotros,
sin el fuego de otros tiempos...



























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