miércoles, 23 de noviembre de 2011

Somnis





Pintura de Luis Eduardo Aute

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Somnis nuestros,
piezas en tu cabeza
volando por los subsuelos
del porvenir.
Somnis desaparecidos
a base de soportar tempestades
provocadas por aleteos de mariposas
adictas a la rutina,
carnes de cañón tan expuestas
a sonrisas que no existen,
a rencores y sórdidos encuentros,
mala esquina que doblamos
en la ciudad del amor.

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Varias noches más
de fantasear con tus tejados
mientras me sirves
un menú de exquisitas palabras
y puedes ir cogiendo el carbón
para dibujarme dentro.

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Y mis gestos han cambiado,
queridas flores multicolor,
al son de estos procesos de control
a los que me someto en pie de paz.
Y mis oídos están mas prestos,
mis hermosas criaturas de jardín,
a convertirse en almohada o en diván
donde poder llorar sin lágrimas,

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La edad del desencanto
se asienta sobre nuestra generación
estéril de esquemas nuevos.
Caminando por la vida
como tortugas,
cargamos con lo nuestro
ávidos de reinventarnos,
sin encontrar más solución
que gozar de los placeres,
el amor, los pitillos,
pues el mañana no existe
en este aire envenenado
de palabras de serrín,
de repartos sin repartir,
de maletas por deshacer,
de dientes que rechinan
y mares de injustas lágrimas
que nadie ha sabido parar a tiempo.

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Como montañas nevadas al fondo
es esta sensación tan olvidada
de ser yo mismo,
de reconocer mi serenidad,
la paz que siempre estuvo ahí,
distraída;
montañas nevadas azules y blancas
en armonía y quietud
como señales para volver a mi hogar
es este vivir en el momento,
con los amores que me rodean
expresando su gratitud
por mis silencios.
Y llega ahora,
final de hojas secas
preparado para inundar las cimas
de más y más nieve,
de renovación,
de invierno,
de vuelos otra vez...

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Quién puede conocer
el lugar donde fuiste a parar,
joven alma altruista
llena de errores e ilusión...
Te doy mis palabras con la clara intención
de agradecerte tu legado dentro de mí;
sé que fuiste un soñador,
un rebelado,
el genio de la lámpara al que le tocó lidiar
con normas incomprensibles
y un mundo que no te pertenecía,
que sigue sin pertenecer
a cada uno de los espíritus frágiles
que deambulan desorientados
entre tanto alquitrán.
Ambos buscamos la respuesta
en vasos de medianoche,
elegimos el camino equivocado
con suertes dispares:
yo, aún ando el camino;
tú, me verás desde otros ojos...
Siempre fuiste nadie para todos,
tu ser no era más
que un número dos familiar
mas ahora al fin conozco tu cara,
oveja descarriada,
señor del miedo,
y no te olvido.

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Cada vez me acompañan más piezas,
cada dolor se vuelve más pequeño,
cada respuesta aparece ante mí
como un animal dulce y sigiloso
que en el fondo me quiere.


Ganso del Invierno

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